Nihil

Home Foros Cuestiones generales Nihil

Viendo 4 entradas - de la 1 a la 4 (de un total de 4)
  • Autor
    Entradas
  • #1958
    Anónimo
    Invitado

    Antes de nada un saludo.
    Y segundo no es mi intención herir la sensibilidad de nadie.
    La pregunta es: que pasa tras la muerte.
    Durante siglos los seres humanos han inventado las mas inverosímiles de las teorías, desde Dios, hasta la reencarnación, y los Nirvanas.
    Pero todo eso a mi entender son fantasías, en realidad cuando uno muere se convierte como dicen por aquí en polvo de estrellas, otros mas refinados hablan de que somos energía, y la energía ni se crea ni se destruye, y que se refunde, que continua, y ahora viene mi pregunta, que pasa con la consciencia.
    Que más me da a mi saber que somos polvo de estrella o energía que continua en procesos de evolución si yo dejo de existir, si mi consciencia se volatiliza y deja de existir.

    Otra cosa es, lo que hacemos con nuestra vida mientras vivimos, aquí si que estoy de acuerdo con vds que hemos de vivir con cierta honestidad y con cierto saber, pero a lo que se refiere al saber filosófico trascendental, que mas da saber como no saber, si hasta mi saber será pasto de los gusanos.

    Si no estáis muy convencidos tan solo cuando yo me muera os doy permiso para abrir mi tumba y observar como mi cuerpo es comido por los gusanos, que mas me da que me incineren como que me tiren a un pozo, que mas me da que mi cuerpo sea comido por los buitres.
    Disculpad la crudeza, pero esa es la mas pura de las realidades, mi cuerpo que tanto cuido y amo simplemente se podrida.
    La muerte acaba con todas las fantasías y estupideces de la mente, con todas las sensiblerías, con todas mis filosofías, ese el punto y final. Nada.

    Mi visión puede parecer trágica, vivimos para morir, en medio, alegrías y penas, mas penas que alegrías, pero nada más que eso.
    Resumiendo:
    Yo muero y automáticamente dejo de ser, de existir, sentir, pensar y de ser consciente.
    Lo que yo soy ahora, dejare de ser, Paco cuando muera es como si nunca hubiera existido.
    Ahora la pregunta del millón de euros:
    De que me sirve a mi, saber que la evolución continua,
    De que me sirve a mi, saber que soy energía, si yo dejare de ser y de existir,
    De que me sirve saber eso y muchas cosas más, si, y no solo yo, sino el universo también morirá.
    Total esa existencia fútil y vana es nada, Nihil.

    Paco con toda su crudeza.

    #1961
    olga
    Participante

    Hola Paco,

    Bienvenido al foro. Voy a ofrecerte otro punto de vista. Anoche cuando leí tu post me recordó una conversación que tuve hace muchos años con un compañero de clase. Tenía la misma preocupación que tú expresas. A mis 17 años me parecía que aquella actitud no tenía sentido, para empezar porque estaba sufriendo por algo que, que con total seguridad iba a ocurrir, pero no en ese momento, y mientras estaba dejando escapar la vivencia del presente –no se puede sentir el presente si nuestra atención se centra en el pasado o el futuro, sencillamente la vida pasa de largo porque no estamos, no conectamos con, ni formamos parte activa de lo que sucede a nuestro alrededor, sencillamente nos lo perdemos.

    A mis 36 años sigo pensando básicamente lo mismo, aunque no siempre he logrado mantener mi espíritu erguido –como bien dices “alegrías y penas”, como días y noches, se van entretejiendo a lo largo de la vida, cíclicamente como todo y así experimentamos placer y dolor con la oportunidad de crecer que nos brindan.

    Pienso que la cultura occidental, en términos generales, da mucha mayor importancia al concepto del yo que la oriental. Y es precisamente la pérdida de la consciencia del yo lo que nos da miedo. Sufrimos porque nos aferramos, nos resistimos a los cambios. El nihilismo es fruto de la creciente importancia del yo personal, del deseo de permanencia, de la percepción lineal del mundo, que exige un sentido para la vida cuando la vida simplemente es, fluye… Es en el fondo una obsesión por tener, por conservar… Nos sentimos el ombligo del universo.

    Es curioso que fenómenos como el antropocentrismo, el materialismo (no en el sentido filosófico literal, sino en un sentido más amplio que describe nuestra sociedad actual), la ciencia, el capitalismo y la sociedad de consumo… surgen en la pragmática cultura occidental.

    El concepto de la muerte no es igual en todas partes. Nosotros vestimos culturalmente la muerte de negro, mientras en culturas orientales lo hacen de blanco. Mientras para nosotros el cementerio es una visión “incómoda”, en algunos países nórdicos son espacios ajardinados por los que se pasea con total normalidad; en alemán cementerio Friedhof –patio de la paz-.

    El otro día un compañero de griego, hablando sobre la creación y el arte me explicó el significado de entusiasmo – del griego enthousiasmos, inspiración divina, arrebato, éxtasis-. ¿Cómo se explican las grandes creaciones humanas, la obra de Mozart, de Miguel Ángel o de Shakespeare o la fuerza creadora que conduce a la unión de un óvulo y un espermatozoide hasta la materialización –conversión de energía en materia- de un ser humano?. Qué es más fuerte la pulsión hacia la muerte –Paco votaría por esta opción- o la pulsión hacia la vida? Ninguna de las dos pienso, ambas son necesarias, opuestas complementarias, y se van sucediendo, crean un ritmo, el que marca el movimiento de la vida, todo lo que nace termina agotando su fuerza, y pasa el testigo a otras formas nuevas que repetirán el ciclo, y así sucesivamente. El mito del Eterno Retorno…

    Las reglas no las elegimos nosotros, son las que son. Pero, como siempre, nuestra libertad nos permite elegir cómo enfocar, cómo actuar, cómo vivir las circunstancias. No importa la verdad, no existe una verdad, sino aproximaciones que buscamos para explicar lo que es; lo que importa, en este caso es lo que funciona.

    Sabemos intelectualmente que un día nos llegará la muerte, pero si realmente lo sintiésemos no perderíamos el tiempo y viviríamos cada día intensamente.

    Lo importante no es averiguar qué pasa cuando nos llega la muerte, sino qué hacemos mientras estamos vivos.

    Un saludo,
    Olga

    #1962
    Anónimo
    Invitado

    ¿De qué me sirve a mí saber, vivir, existir…? Perdona la crudeza, pero son preguntas muy tontas. El sentido de la vida es el que cada uno le quiera dar en cada momento. Pensar en la muerte es una idiotez, y, por cierto, pensar en la vida en términos absolutos también. No hay que hacer las cosas para darle sentido a nada. De hecho, no hay que hacer, ni pensar, ni conocer… Estamos condenados a ser libres y cada uno, lo único que puede y debe hacer, es lo que le de la gana, y punto. Me parece que tu crudeza sólo te hiere tu propia sensibilidad, y que sólo intentas desahogar tu propia angustia.
    El nihilista puede ser el místico temeroso que desaprovecha la vida o el sabio que está libre del peso de las verdades. Hay una cara y un dorso para todo.
    Muy pertinentes las consideraciones de Olga. (Pero, cuidado, en momentos difíciles los Carpe Díems a veces no saben disfrutar del momento… es la trampa del presente!)
    Enhorabuena por el tono general de ésta página, que es muy vital y muy práctico. La vida es así, y conocerla es comportarse como ella, o sea, sin comeduras de tarro.
    Salud.

    #1964
    jinjer
    Superadministrador

    Erase una vez María la de Villalta. No fumaba, no robaba, no trabajaba en domingo y no mataba ni una hormiga. Cuando paseaba pedía perdón a las hierbas que pisaba. Nunca fue de bares ni de putos. Misa y comunión diaria, sin que faltara nunca el rosario por la tarde. Guardaba ayuno y abstinencia cuando lo mandaba la santa madre iglesia y cuentan que ya cuando era bebé prometía, porque los viernes de cuaresma rechazaba el pecho de su mamá porque tocaba ayunar. En fin, todo un dechado de virtudes con olor a santidad.
    Y eteme aquí que un día, cuando le llegó la hora, se murió.
    Sin asomo de duda se encaminó al cielo y llamó a la puerta una y otra vez, pero no había respuesta. Impaciente ya, golpeó más fuerte la puerta y llamó a gritos.
    Las voces despertaron a san Pedro que estaba roncando la siesta.
    ¿Quién va? Dice san Pedro.
    Soy María la de Villalta, la que nunca pecó.
    Tras mirar la lista, Pedro le dice que no consta en sus archivos que tenga que entrar en el cielo ninguna María de Villalta.
    ¡Por favor, san Pedro, mira otra vez, llama a la Virgen María, yo muy devota, y a san José y a san Pancracio que le rezaba todos los días… por favor!
    Pedro repasa de nuevo la lista y le confirma que no está en las listas y que ellí no valen enchufes de vírgenes ni de santos.
    ¡Espera un momento, voy a mirar en la otra lista! Sí, aquí estás en la lista de abajo.
    No es posible, se lamenta María empapada en lágrimas. ¡Pero cómo es posible, yo, la que nunca pecó, la que…
    ¡No sigas, no sigas, le corta Pedro. Aquí lo dice bien claro: María la de Villalta, al infierno, por no utilizar los chismes que Dios le dio.

Viendo 4 entradas - de la 1 a la 4 (de un total de 4)
  • Debes estar registrado para responder a este debate.