Como yo lo viví

#1991
Anónimo
Invitado

Vale,
contaré que yo me inicié en la termorregulación y en la montaña al mismo tiempo y que gracias a eso me reinicié a la vida otra vez.
Yo era una pupas que nunca había hecho deporte ni gimnasia y me ahogaba al subir más de tres escalones seguidos.
La montaña me dio toda la dificultad y toda la belleza que mi cuerpo podía captar.
La termorregulación me dio la capacidad de hacer el punto de inversión: al principio todo era dificultad, al final todo era belleza.
Así que recuperé mi cuerpo y mi alma, pues quien es capaz de captar y vivir la belleza de la naturaleza, puede sentirse en el centro de su alma.
Empecé en la montaña de La Hermida con José Mª, muriéndome al segundo paso de una cuesta. Yo me engañaba dando un paso más, solo para llegar donde un helicóptero pudiera recoger mi cuerpo, porque no quería que nadie cargara con él.
A mí el esfuerzo por el esfuerzo, o el morirme por el morirme, no me iba nada y yo le decía a José Mª que lo que yo buscaba era algo más fácil, tipo milagro. Y él me decía: Sí, yo te voy a dar ese milagro. Y aunque me lo decía con una peculiar sonrisa, realmente me lo dio: a la sensación de morirme él me ofreció la sensación de resucitar, y de estar viva. Y eso engancha.
Ese mismo año me fui una semana a los Pirineos Aragoneses con un grupo de montañismo. Picos hasta de 3.000m. una verdadera locura. Yo iba en modo caracol y el bufido de mi respiración se oía por toda la montaña. Tenía muchas oportunidades para morirme y muchas para resucitar, y os podéis imaginar los sitios tan hermosos en que el agua de la montaña me daba la vida: lagos helados en los que había que romper el hielo, cascadas increíbles…me llamaban la sirena de la montaña.
Yo iba bien preparada, si la ruta no tenía agua llevaba mi Aliento Polar y por la noche después de la ducha me daba bálsamo por todo el cuerpo.
Descubrí que tenía vértigo, y qué? Me las apañé para vencerlo. Todo eran experiencias.
La última noche acabamos en una discoteca, todos los cuerpos, incluso los de la élite, acusaban el cansancio de una semana de duras rutas, pero yo me sorprendí a mí misma bailando como loca, estaba pletórica de energía. Todos habían perdido vitalidad y yo la había ganado. Me dio por saltar como los Masais, pisé el borde de la pista y me hice un esguince.
No sabía que se podía estar tan viva!